La leyenda cuenta que originalmente el lago Titicaca era un valle fértil tan bello como un paraíso terrenal, donde sus habitantes vivían en paz y armonía.
Nada les faltaba. La tierra era rica y les brindaba todo lo que necesitaban. No conocían la muerte, ni el odio ni la ambición. Los Apus (dioses de la montañas) protegían a los seres humanos, con la única condición de "no subir a la cima de las montañas donde ardía el fuego sagrado".
El Maligno, que no pudo resistirse ante tanta felicidad ajena, tentó a la hombres desafiándolos a demostrar su coraje. Les dió la tarea de ir a las montañas en busca del fuego, y así llevarlos a desobedecer al dios Inti. Los desobedientes hombres comenzaron a escalar las montañas, pero a mitad de camino fueron sorprendidos por los Apus, quienes al entender la traición, enviaron a miles de pumas a devorarlos. Viendo eso, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar. Sus lágrimas fueron tantas, que en cuarenta días inundaron el valle. Y sólo un hombre y una mujer llegaron a salvarse, sobre una barca de junco. Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían lo que veían sus ojos: bajo el cielo azul, estaban en medio de un lago inmenso. En medio de esas aguas flotaban los pumas ahogados y convertidos en estatuas de piedra. Llamaron al lago Titicaca: "el lago de los pumas de piedra".
RECORRIENDO el Lago Titicaca: desde la localidad de Puno, a unos 5 km se encuentra Uros, una de las islas flotantes que fue creada artificialmente mediante el uso de totoras.
Estas plantas acuáticas crecen abundantemente en la zona y sirven de material de construcción de las islas. Se enciman capas de totoras y se van reponiendo periódicamente, capa sobre capa. A medida que la capa inferior se va pudriendo se le encima una nueva, lo que le otorga al suelo un aspecto siempre mullido.
Las totoras no sólo sirvan de estructura a las islas, sino que también se usan para hacer embarcaciones (los "caballitos de totora"), viviendas y para alimentación (su sabor es similar al de los palmito).
Los Uros iniciaron su vida flotante hace siglos con el fin de escapar de los ataques de otros pueblos que buscaban someterlos, como los incas y los collas. No sólo los uros habitan el lago, sino también descendientes de las etnias aymarás y quechuas se radicaron aquí y dieron origen a esta singular población flotante.
Pese a lo que podemos suponer, son los varones quienes se destacan como expertos tejedores y es muy común verlos llevar a cabo esta tarea al aire libre, mientras los viajeros les sacan fotografías.